Son las 7:30 de la mañana del día 4 de Abril del presente año. La mañana en Lodz se levanta fría, nublada, como dándonos a conocer que algo no muy bueno iba a ocurrir. La Monumental Lodz Frabryzna se encuentra con su aforo completo, hoy es el gran día de las ferias, un cartel que no se repetirá en la historia del mundo del toreo: El Niño Moralo, El Gañán de Ávila y Ruben Abrisqueta "El Sabi", en un mano a mano sin precedentes.
Los toreros se preparan para ejecutar el tradicional paseíllo; el Niño moralo con traje color blanco y bordados en oro mira al cielo mientras se santigua; el Gañán con vestimenta burdeo azabache toca la arena para cerciorarse de que esto no es un sueño, y el Sabi, de grana y oro, mira al frente buscando en las gradas unos ojos que le ayuden a desinhibirse de tanta presión, ojos que, aunque él no lo sepa, sufren más que el propio diestro. Trompetas y clarines anuncian el comienzo del festejo y el público eufórico no deja de aplaudir; por un momento parece que la frialdad con la que el día había comenzado se torna en un día grande, un día de feria como los de antaño. El paseíllo finaliza, se hacen los debidos honores a la presidencia, y el público parece quedarse mudo, como oliendo esa mezcla de miedo y valor que fluye en la plaza, como rezando por esos tres valientes, como esperando que todo salga bien...
Llega el momento de la verdad, los diestros calientan los músculos que les harán enfrentarse cara a cara con la muerte, mientras el alguacil entrega las llaves al responsable de traer al mismísimo Lucifer al mundo de los vivos. Por suerte o desgracia, el primero en usar la espada será El Sabi, por lo que sus dos inseparables compañeros le desean toda la suerte del mundo y se quedan expectantes en el burladero con la intención de presenciar una de las mejores faenas nunca vista.
Se anuncia el toro, uno de los más grandes de la ganadería Poslki Express con número 6 y de nombre LodzWarsawa, mientras el diestro inca las rodillas en la arena de la plaza, mira al cielo, se santigua y espera al animal con la muleta en las manos como queriendo hacer saber al astado quién es el que manda en el ruedo, y buscando nuevamente esos ojos que le den tranquilidad. Se abre la puerta de toriles, sólo se ve un pasillo oscuro, unos segundos de silencio que sirven para que el maestro pida por todos aquellos a los quiere, un par de golpes en el burladero y de repente aparecen, como del fondo de la tierra, dos pitones firmes y alineados, y una figura color negro bragado que hace que el público centre sus miradas en ella, olvidándose del desdichado torero que espera con valor.
El astado pierde por unos instantes la visión debido al reflejo que le produce el poco sol que alumbra la plaza, pero rápidamente centro su mirada en el diestro postrado a sus pies. Acelera la marcha como si en ella le fuera la vida, como si quisiera llegar cuanto antes delante del torero y llevárselo cual trozo de papel. El Sabi aguanta la respiración y calcula la distancia al toro, todo está milimétricamente estudiado y un fallo puede costarle la vida. El tiempo parece que se detiene, se hace más lento, en la misma imagen toro y torero, el público suspira, el astado está muy cerca, y cuando parece que todo tiene un mal final, el diestro hace un movimiento de muñeca y el toro pasa por su lado como un pequeño corderito, se arranca un OLÉ en las gradas.
La faena comienzo, capotazos a derecha y a izquierda, medias verónicas y chicuelinas, que intentan desgastar un poco la potencia que tiene el animal. Llega el momento del tercio de banderillas, a la suerte El Moco-Buco-Truco de Leganés, especialista en su trabajo. Tres pares de banderillas que llevan del "Uy" del público a unos aplausos que no tienen fin. Cambio de tercio, esto parece estar terminado.
Llega la hora de ver como el diestro se desenvuelve con la muleta. Paso firme y recio, se acerca al animal, lo mira como dándole a conocer que su muerte estará cerca, que su sufrimiento va a terminar en poco tiempo, quién es el vencedor y el vencido... Un grito al aire y el animal arranca, pase de pecho... OLÉ, natural... OLÉ, pase de desprecio... OLÉ, cambio por la espalda... OLÉ, molinete... NOOOO!!!! Un descuido del torero y éste ha sido empitonado por el animal, alzado al aire como una pluma que lleva el viento, cae al suelo como si fuera de acero macizo.
Sus dos compañeros de faena salen al quite y consiguen que el toro deje al diestro malherido. El Sabi es conducido a la enfermería de la Monumental, pero el daño es tal que debe ser trasladado, con total urgencia, al hospital de Varsovia para ser tratado. Una ambulancia que lleva en su interior al torero siniestrado, nuestros corazones y esos ojos que en ningún momento de faena han dejado de velar por su vida, se aleja poco a poco de nuestro lado. El toro LodzWarsawa lo apartó de esta bonita fana y de nuestra compañía a las 8:00 de este fatídico día.
Después de varias operaciones en la capital y algunos días de reposo, es sabido por nosotros que el maestro decidió pasar unos días en su Bilbao natal, para una mejor y más tranquila recuperación al lado de su familia y su perra Nora. Desde aquí mandarle un abrazo enorme y toda la energía necesaria para que pronto le volvamos a ver en los ruedos dándonos tardes de alegrías como él sólo sabe hacer.